Lo de escuchar death metal es un cliché. Ese tipo de música le embota los sentidos. A él le gusta preparar los encuentros con calma, creando ambiente con composiciones de Stravinsky, mucho más apropiadas para su propósito.
Ángel mira el lugar que han elegido. Está sucio, pero al menos no ha tenido que recoger basura y jeringuillas usadas como la vez anterior. Ser el último en llegar a la organización tiene desventajas, pero está seguro de que su dedicación le hará ascender en el escalafón en poco tiempo.
Quita el polvo de hormigón del suelo sin baldosas lo mejor que puede, deja la escoba a un lado y se coloca de rodillas con la brocha en la mano. La sangre de vaca chorrea entre las cerdas y gotea sobre el piso. Hubiera estado mejor emplear la del anterior ritual, pero el jefe prefirió encargarla en un matadero. Según dijo, exanguinar un cuerpo es tedioso y conservar el líquido vital en buenas condiciones difícil. Él no osó contradecirle en ese momento, aunque estaba seguro de que hubiese podido encargarse de la tarea con diligencia.
Se pone en pie y admira la parte más artística de su labor. Las proporciones del pentagrama son perfectas. Sonríe orgulloso, está deseando que los demás lo vean.
Un murmullo le distrae de sus evocaciones.
Los miembros entran en la sala en silencio, envueltos en túnicas negras de grandes capuchas. Él los observa mientras asegura los accesos y chasquea la lengua, contrariado. Ha olvidado la suya en el maletero del coche.
La compañía forma el círculo de invocación. El líder se planta frente a él con la máscara de hueso de carnero ocultando su rostro. Demasiado cerca.
—¿Dónde está el sacrificio?
La voz autoritaria del líder retumba en las paredes desnudas del local abandonado, pero en lugar de contestar, Ángel dibuja un movimiento con la mano derecha. Antes de comprender lo que sucede, el cabecilla nota un golpe seco que le obliga a mirar hacia abajo. Una hoja larga y afilada ha entrado en su estómago hasta la empuñadura.
Los demás retroceden horrorizados, incapaces de procesar lo sucedido. Ángel extrae la daga negra del cuerpo de su víctima, que cae al suelo desmadejado.
Mira al resto con una sonrisa en los labios mientras tratan en vano de abrir las puertas atrancadas.
—Hoy, vosotros seréis el regalo para Asmodeo.
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