Puerta Nº 12

Ni rastro de Humanidad

Tenía la respiración demasiado acelerada. Si no lograba calmarse la oirían.

Se miró las manos en la penumbra del interior del armario ropero, le temblaban con violencia. La sangre de su marido teñía casi por completo la piel de sus palmas. Aún podía verle tendido en el suelo de la cocina con los ojos abiertos, paralizados en una expresión eterna de sorpresa e incredulidad.

Apretó los dientes y maldijo entre susurros. No podía creer lo que estaba pasando, ni siquiera era capaz de analizar la situación en busca de una salida razonable. El miedo la paralizaba, si habían conseguido hacerle algo tan horrible a su marido, dudaba que ella pudiera detenerlos.

Oyó pasos en el piso de arriba, acompañados de risas traviesas. Una alegría irrespetuosa, cruel.

Las lágrimas que arrasaban sus ojos resbalaron hasta empapar sus mejillas. Se limpió de forma inconsciente, pero lo único que logró fue mancharse la cara con la sangre de su esposo. El olor metálico le trajo de nuevo la imagen de su cuerpo despedazado y sintió ganas de vomitar.

NI RASTRO DE HUMANIDAD
NI RASTRO DE HUMANIDAD

Negó con la cabeza, aquello tenía que ser una pesadilla. Cerró los ojos con fuerza en un vano intento por despertar de la macabra ensoñación, pero al volver a abrirlos se encontró de nuevo dentro del armario.

Sirviéndose de la tenue luz que se filtraba entre las dos hojas de madera, buscó algo con lo de que defenderse. Pero lo hizo sin determinación porque, ¿acaso sería capaz de utilizar lo que encontrara?

La fina línea luminosa se oscureció de golpe.

Contuvo la respiración mientras veía abrirse la puerta de su escondite improvisado. La esperanza de que a ellos no se les ocurriría mirar allí se desvaneció de un plumazo.

Los mellizos la observaron con una sonrisa burlona. Ambos sostenían los cuchillos de cocina con los que habían matado a su padre, los mismos que alzaron ante la mujer que los trajo al mundo tan solo seis años atrás.

La voz de uno de ellos sonó irreal en sus oídos.

—Ahora le toca a mami jugar con nosotros.

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